Deporte y medio ambiente
Tanto la naturaleza como el deporte son lugares ideológicos controvertidos que requieren un replanteamiento de las narrativas dominantes que sustentan ambas construcciones. Estas narrativas se centran en la competición, la oposición y la conquista del Otro, ya sea conquistando la Naturaleza o a otros seres humanos y/o grupos. Existe una violencia inherente y el correspondiente riesgo asociado a estas representaciones reinantes, ya sean reales o percibidas. Esta noción sugiere que, combinados, los deportes de naturaleza, como concepto unificador, ofrecen la posibilidad de resistirse a las formas en que ambos constructos han sido concebidos y, por tanto, experimentados.
Como ha argumentado Booth [1], los deportes de naturaleza son un vehículo ideal para ahondar en la ontología occidental y en los supuestos en los que se basan tanto el deporte como la naturaleza como constructos o categorías distintos. En conjunto, el concepto unificado de deportes de naturaleza desafía los binarios epistemológicos de mente y cuerpo y de cultura y naturaleza [2][3][4]. He [1] señala que “los conceptos y categorías abstractos de la ontología, que suelen presentarse como opuestos binarios, no casan fácilmente con las experiencias y prácticas vividas [5], que son invariablemente complejas, contextualizadas, matizadas y situacionales; ni tampoco están necesariamente ‘demostradas’ por pruebas empíricas, a pesar del habitual repliegue sobre los datos para apoyar los argumentos ontológicos” (p. 21).
Ejemplos de entornos deportivos
El estudio de la historia del deporte puede enseñar lecciones sobre los cambios sociales y sobre la naturaleza del propio deporte, ya que éste parece estar implicado en el desarrollo de las habilidades humanas básicas (comparar el juego)[cita requerida] A medida que se profundiza en la historia, la disminución de las pruebas hace que las teorías sobre los orígenes y propósitos del deporte sean cada vez más difíciles de sostener.
En sus orígenes, el deporte estaba relacionado con el entrenamiento militar. Por ejemplo, la competición se utilizaba como medio para determinar si los individuos eran aptos y útiles para el servicio[2]. Los deportes de equipo se utilizaban para entrenar y demostrar la capacidad de luchar en el ejército y también para trabajar juntos como un equipo (unidad militar)[2].
Las pinturas rupestres encontradas en las cuevas de Lascaux, en Francia, parecen representar carreras de velocidad y lucha libre en el Paleolítico Superior, hace unos 15.300 años[3][4][verificación fallida] Las pinturas rupestres de la provincia de Bayankhongor, en Mongolia, que datan del Neolítico (c. 7000 a.C.) muestran un combate de lucha libre rodeado de multitudes[5][verificación fallida] Las pinturas rupestres de la provincia de Bayankhongor, en Mongolia, que datan del Neolítico (c. 7000 a.C.) muestran un combate de lucha libre rodeado de multitudes. [5][verificación fallida] El arte rupestre neolítico hallado en la cueva de los nadadores en Wadi Sura, cerca de Gilf Kebir, en Egipto, muestra pruebas de la práctica de la natación y el tiro con arco alrededor del año 10.000 a.C.[6] Las pinturas rupestres prehistóricas de Japón muestran un deporte similar a la lucha de sumo[7].
¿Cómo afecta el medio ambiente al deporte?
Con motivo de la Semana Europea del Deporte 2019, la Red Europea de Deportes al Aire Libre (ENOS) y la Federación EUROPARC lanzaron simultáneamente los 10 Buenos Principios para los Deportes al Aire Libre en Áreas Protegidas (AP) durante sus respectivas Conferencias. Estos Principios pretenden promover la buena conducta entre los practicantes de deportes al aire libre.
Este es el resultado de una fructífera cooperación de ambas asociaciones y el primer fruto del Memorando de Entendimiento firmado el año pasado por EUROPARC y ENOS. Ahora, con el desarrollo del Proyecto Erasmus+ SEE (Sustainability and Environmental Education in Outdoor Sports), coordinado por Leave No Trace Ireland, esta relación ha dado un paso adelante y la asociación explotará las posibilidades de hacer llegar estos 10 principios a todos los actores del mundo Outdoor, desde instituciones y marcas hasta guías y practicantes habituales.
Mientras la participación en deportes al aire libre sigue creciendo y más personas acceden a zonas naturales y protegidas, es imprescindible que entiendan cómo mitigar y minimizar los impactos. De lo contrario, podrían imponerse restricciones o exclusiones y no se aprovecharían los beneficios que pueden obtenerse mediante los deportes en la naturaleza, al tiempo que disminuirían las oportunidades de que más personas participen en una actividad física tan beneficiosa para la salud. Más del 40% de los ciudadanos europeos practican su actividad física en un entorno natural (Eurobarómetro especial 472), sin costes de participación, lo que afecta a un amplio abanico de ciudadanos.
Comentarios
El deporte ocupa un lugar especial en la vida moderna, con millones de personas en todo el mundo viendo o participando en sus juegos favoritos. Pero a pesar de su capacidad para entretener y promover la salud, el deporte también puede degradar el medio ambiente. Para remediarlo, equipos profesionales y universidades de todo el país están convirtiendo el deporte en una fuerza positiva para el cambio medioambiental mediante la adopción de prácticas sostenibles.
“Si pones un estadio en medio de una ciudad y tienes a 80.000 personas reunidas en ese espacio durante un día, el impacto en el medio ambiente va a ser muy negativo”, afirma Kyle Bunds, profesor asociado del Departamento de Gestión de Parques, Actividades Recreativas y Turismo de la Facultad de Recursos Naturales de NC State. “No se puede argumentar que no haya problemas con los residuos, el agua y la contaminación atmosférica. La tarea es mitigar esos impactos negativos”.
Uno de los efectos más significativos de los partidos de fútbol es la contaminación atmosférica, provocada sobre todo por el transporte y las fiestas. Hace dos años, Bunds y Jonathan Casper, profesor asociado del Departamento de Gestión de Parques, Ocio y Turismo, realizaron un estudio sobre la contaminación atmosférica en el estadio Carter-Finley de NC State. El estudio concluyó con algunos resultados interesantes.